Nave de la vida.
Bienvenidos a la nave central de la Catedral de Sal, también conocida como Nave de la vida. A medida que avanzamos por la Nave de la Vida, podemos observar 4 columnas talladas in situ en la roca salina: dos al inicio de la cámara y las otras dos al finalizar. Cada una tiene 8 metros de diámetro y representan a los 4 evangelistas: San Marcos, San Mateo, San Juan y San Lucas. Simbólicamente, no hay un comienzo ni un final como tales expresamente delimitados, en la talla esencial de las columnas, por el contrario, no se demarcan límites de base o remate, el cuerpo de estas emerge de la montaña misma, están allí desde siempre, su verdadera dimensión transpone la parcial lectura que nos permite la Catedral, son en esencia, infinitas.
El concepto adquiere entonces simbólicamente una proyección espiritual hacia la eternidad, a una existencia más allá de lo material, a la eterna realidad y unidad de Dios y el Hombre. La Cruz Mayor es una talla directa en bajo relieve sobre la roca salina, tiene una altura de 16 metros y conceptualmente fue concebida para ser percibida como una cruz de luz, en efecto, su ubicación al final del recorrido, sobre el plano frontal de la Nave de la Vida, simbólicamente expresa el encuentro con la LUZ y la VERDAD, el comienzo de la vida eterna.
El elemento significativo de mayor importancia en la Catedral es el Altar Mayor, símbolo único en sí mismo, de factura austera y directa sobre la roca, nos evoca los inicios del cristianismo y es el centro de la ECCLESIA. Representa igualmente la presencia y memoria de la anterior Catedral de Sal de Zipaquirá, fue simbólicamente el primer elemento que de aquella se ubicó en la Nueva. Su peso sobrepasa las 16 toneladas. La nave presenta tras la asamblea principal, el área del pre-Santuario delimitada por el Comulgatorio y las gradas que lo separan del Santuario-El Presbiterio, compuesto esencialmente por la Cruz Mayor, el altar Mayor, el Ambón y la Sede. Anexo al presbiterio, encontramos la sacristía, dispuesta en Cruz y cobijada bajo una cúpula nervada de 5 metros de diámetro.
Hacia el centro de la Nave, emerge de las profundidades, la creación del hombre o creación de Adán, una obra realizada por Carlos Enrique Rodríguez, concebida específicamente para la Catedral. Elaborada en mármol de Carrara. Fue esculpida con el fin de homenajear el fresco de la creación de Miguel Ángel ubicado en la Capilla Sixtina de Roma, pero tiene notables diferencias: La mano de Dios es tres veces más grande que la mano del hombre. A Dios no se le coloca rostro para que cada uno de los visitantes lo imagine según sus creencias.
La imperfección en el hombre está representada en la rodilla derecha ya que no está pulida totalmente, y representa que el hombre viene a perfeccionarse a la tierra. También están representados los cuatro elementos de la naturaleza: el Aire que se refleja en el manto que acompaña la mano de Dios; la Tierra de donde emerge Adán; a un lado se encuentra el Agua representada por pequeñas olas; y por último el fuego simbolizando la chispa de vida que da Dios al hombre en el rayo de la parte central.
Esta creación de Adán parece una moneda que emerge de la tierra y a la tierra tiene que volver.
Cuando La creación emerge, el piso de la nave se fisura, los macizos salinos se abren y se genera entonces la grieta de la vida, esta vez en el centro mismo del lugar, este significativo umbral entre las tres naves que conforman el conjunto central de la Catedral, une simbólicamente el nacimiento de Cristo (representado en La Natividad) con el fin de su vida terrenal (representado en la Pietá), al centro, el hombre aun no recibe el don divino.
En la nave central reposa una obra esculpida en sal que se suma a la invaluable colección artístico-religiosa que cada año atrae a miles de turistas. Se trata del busto de sal en honor al Papa Francisco, hecha por el artista y tallador zipaquireño, Carlos Penagos.
En 2017, gracias a la iniciativa de la Embajada de Portugal, se realiza la entronización de la virgen de Fátima a la nave central de la catedral, en el marco de la celebración de sus 100 años de aparición; consolidando así un grupo de valiosas imágenes religiosas como lo son la virgen de Guasá, La virgen de Guadalupe y ahora, la virgen de Fátima.
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